viernes, 23 de septiembre de 2011

Espía

Sentada en su silla, frente a una mesa con tabla de cristal, en el interior de una cafetería, observa el bullicio de la avenida a través del escaparate. En la calidez de su posición, con una taza humeante frente a ella, revuelve desinteresada el chocolate mientras estudia su entorno. Le gusta seguir a la gente, e imaginarse sus vidas e historias, alguien que ve sin ser visto.
En la calle, la lluvia ha parado hace escasos minutos, y hombres serios de gabardina marrón, gris o negra, con zapatos de piel brillantes se cruzan unos con otros, sin prestar atención. Se ve salir de sus bocas, la mayoría ocultas tras bufandas incoloras, un vapor claro que delata el frío cortante del aire. Las mujeres, con paraguas, fruncen los labios, maldiciendo el tiempo que estropea sus peinados. Llevan faldas, abrigos, guantes y gorros que se mantienen en su sitio por algún milagro incomprensible.
Sentada en su silla, dirige la vista a la taza, que le devuelve su reflejo y le calienta la cara con su pequeño hilo humeante. Sopla, y por un momento el reflejo se difumina, para volver a aparecer en unos instantes. Cavila, gira la taza, se lo piensa antes de cogerla, y finalmente la deja en el plato sin llevársela a los labios. Y de nuevo mira la calle.
Los coches rugen, corren, paran, se impacientan y pitan. Vuelve a llover. Los parabrisas se agitan furiosos, el humo asciende de cada coche y es iluminado por los faros del coche siguiente, pues la luz de la mañana es demasiado escasa para conducir.
Sentada en su silla, toma finalmente la taza para beber. Aún no ha terminado cuando un escalofrío recorre su espalda. De nuevo abandona la visión del exterior para estudiar la cafetería. Tras un periódico, unos ojos oscuros y brillantes la observan desde hace un rato. Un ligero mohín de disgusto atraviesa su rostro como un relámpago, para luego volver a su seria expresión habitual. Con gestos naturales, aunque algo apurados, termina su chocolate, se pone el abrigo y abandona el lugar, dejando a su espía particular para unirse a los viandantes, como una más en la ciudad abarrotada.